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¡Tengo un sueño! Todos tenemos uno, quiero decir uno que es más importante que cualquier otro. El mío es vivir en un país y en un mundo donde el Estado de Derecho sea una realidad y los seres humanos sean iguales ante la ley.
Un sueño muy similar al de Martin Luther King, quien hiciera famoso el título que hoy tomo prestado.
Hace un tiempo tuve la oportunidad de decirle a cuatro funcionarios del Ministerio de Gobierno y del Ministerio de Economía y Finanzas de Panamá que no todos los panameños somos iguales ante la ley (y ni hablar de los inmigrantes). Tal vez debería decir que no somos iguales delante de un juez. Sólo uno de los cuatro funcionarios se mostró sorprendido, quizá no por lo que dije, sino porque lo hice con un micrófono. Fui bastante condescendiente, sin embargo, porque dije que la razón es la debilidad de nuestro órgano judicial (y nuestro sistema legal, por supuesto), no mencioné, al menos no directamente, que los servidores públicos tienen mucho que ver con eso, pero nosotros, los ciudadanos y los contribuyentes también tenemos un papel que jugar. Este papel, para mí, es esforzarnos por conocer y cumplir la ley, además de exigir a los servidores públicos que tengan cuidado al escribir cualquier documento legal que obligue a la gente a hacer o dejar de hacer algo. ¿Por qué? Porque estamos llenos de leyes escritas para beneficiar a alguien contra el resto de la población o para cumplir con los requisitos de acuerdos internacionales.
Los servidores públicos y los legisladores muchas veces aprueban estas leyes y documentos tan rápido que no tienen tiempo para asegurarse de que tenemos los medios para hacer cumplir esa ley o que la misma no es contradictoria con otras que están vigentes. En consecuencia, la mayoría de la gente en Panamá está acostumbrada a no cumplir la ley. Ya sabes, siempre puedes resolver el problema si conoces a alguien lo suficientemente cerca del poder como para que el juez te perdone, o si pagas lo suficiente a la persona que puede influir al que está actuando como juez.
Estoy siendo irónica, pero esto es lo que muchas, muchas personas dicen, y tenemos un dicho para esto: si el río suena es porque piedras trae.
De todos modos, la cuestión es que no, no vivimos bajo el Estado de Derecho y no somos iguales a la ley. Esto va en contra de nuestra Constitución y en contra de la Declaración Universal de Derechos Humanos. Así que mi sueño es vivir para ver que esta realidad ha cambiado.